martes, 13 de diciembre de 2011

El rol del profesor/a de inglés en Chile


Durante las últimas décadas, y en base a los procesos históricos, se ha cimentado un concepto particular respecto a qué es y qué significa aprender una lengua, no sólo en Chile sino en el mundo entero. El sentido de conocer una lengua distinta la propia se ha modificado apuntando a una especie de monopolización, en la cual las motivaciones de aprendizaje se basan en razones de corte mercantilista más que de desarrollo personal, privilegiando así una lengua por sobre todas las demás. Aprendemos una lengua para ser más productivos, conseguir un trabajo, viajar al extranjero y alcanzar así la imagen de éxito o felicidad que suele aparecer en los medios, y ciertamente la mejor opción es el inglés. No aprendemos una lengua por la riqueza cultural o los beneficios culturales y sociales, y esto es así en gran medida porque no se espera que tengamos esos propósitos en mente. De hecho, lo mismo ocurre con otras asignaturas como “Lenguaje y Comunicación” o “Matemáticas”, reyes de nuestro sistema educacional. El concepto de educación que se maneja y aplica no siempre concuerda con la idea de desarrollo personal: los que yo necesito no es igual a lo que la sociedad necesita, y lo que yo quiero se ve subordinado muchas veces a lo que otros creen que debo querer.
Entonces, ¿por qué debería yo enseñar inglés? En primer lugar, debo admitir que no me gusta el inglés de la misma manera que muchos de mis compañeros de “inglesa” . Si me centro en mis propias motivaciones para enseñar inglés, hay que reconocer que es más rentable que otras disciplinas o asignaturas. No estudié inglés porque me gustase, sino porque las expectativas familiares no contemplaban en absoluto que yo estudiara arte. Como yo no quería llegar a ser doctora, dentista o ingeniera, el hecho de aprender inglés sería “el menor de los males”. La verdad es que si tuviese que enseñar una lengua, preferiría francés, ruso o mapudungun; y ciertamente quiero enseñar una lengua. Sin embargo, la concepción mercantilista de las lenguas me absorbió de cierta forma. Actualmente estudio pedagogía en inglés sin estar completamente convencida de querer enseñar inglés. En vista de esta posición particular, es bastante difícil imaginar el rol del profesor de inglés encarnado en mí. Pero ya estando en esta situación, la pregunta inicial del párrafo se transforma en ¿para qué propósito tengo que enseñar inglés? o ¿para qué debería aprender inglés la gente?
Toda esta larga explicación sobre las motivaciones de la sociedad y las propias está ligada al propósito general de la enseñanza-aprendizaje de lenguas. ¿Es que acaso vamos a mantener la misma idea por otro par de décadas o empezar a pensar distinto sobre ellas? Mi apuesta va por la segunda opción, y esto no sólo implica un cambio de pensamiento respecto al inglés, sino a toda lengua. De partida, creo que el rol del profesor de inglés no es poner la lengua en un pedestal, adorarla y venderla como la llave al éxito. Al contrario, el profesor de inglés tiene la oportunidad única de mostrar a los estudiantes la importancia de aprender una lengua, cualquiera sea esta. El inglés, como base, puede ser la puerta a otras lenguas y cultura, una llave al conocimiento más que al éxito, y una muy útil herramienta para el desarrollo cognitivo y el crecimiento personal.
En este cambio de conceptualización, la cultura se vuelve un eje central. Yo pongo el énfasis en el contacto cultural, ya que en Chile el inglés es sólo una lengua extranjera, no una segunda lengua (como el caso de países bilingües). Tener un enfoque puesto en la alteridad puede ser inmensamente ventajoso para conseguir una apreciación crítica de la propia cultura y para entender la cultura ajena como una fuente de conocimiento desde la cual podemos tomar elementos para enriquecernos. El inglés es sólo un ejemplo de alteridad, es la expresión de una cosmovisión determinada tal como existen muchas otras. Y no hace falta ir muy lejos para encontrar otras: diariamente compartimos con personas que manejan cosmovisiones distintas, asociadas a su cultura de origen, que deberíamos respetar y al menos tratar de entender de igual forma que las de las culturas más privilegiadas o prestigiosas (hegemónicas). En este sentido, el profesor de inglés debiese comenzar por mostrar la diversidad cultural, y a partir de ello la diversidad lingüística. De esta forma, creo yo, se puede dar un sentido más profundo y crítico al aprendizaje del inglés, ya no como un simple código de comunicación inocuo, sino como una forma de concebir el mundo que es diferente a la mía, y recordando siempre que no es necesario salir del país para encontrar alteridad.
Entonces, la misión del profesor de inglés no debiese ser sólo entrenar en el uso de una lengua, primero porque suena tremendamente conductista, y segundo, porque me parece bastante inútil entrenar a la gente en una lengua que no van a usar más que en el ambiente artificial de la sala de clases. Está clarísimo que el inglés es la lengua del otro, no la mía, no la nuestra, pero podemos aprenderla SI es que queremos, SI es que estamos motivados para hacerlo, y SI es que es útil para nosotros. La motivación no está en el aire, por tanto es crucial tener cerca a alguien que nos pueda decir con argumentos concretos que aprender determinada lengua va a ser beneficioso para nosotros. Ciertamente yo, como profesora, no voy a decir a mis estudiantes que el inglés es rentable, importante para el desarrollo del país, la globalización y todo lo demás. Eso fue lo que me dijeron a mí cuando era niña y no eran buenas razones. Aprender una lengua puede ser útil en muchas formas, así que es mejor preocuparse de saber cómo puede ser beneficioso para los propósitos de cada uno, y quizás entonces estaremos todos deseosos de aprender, ya sea inglés o cualquier otra lengua.
A modo de conclusión, la sociedad demanda muchas cosas de todos, seamos profesores, periodistas, científicos, doctores, etc., pero la principal exigencia, en nuestro caso, es lo que nuestros estudiantes necesiten. ¿Cómo podemos saber qué necesitan? Todavía no lo sé con exactitud, pero supongo que ellos me lo van a indicar de alguna forma. Si necesitan hablar inglés, no hay problema, yo puedo ayudarles; si creen que no necesitan aprenderlo, yo puedo ayudar mostrándoles en qué forma puede ser útil para ellos. Yo no quiero forzar a nadie a aprender inglés, ¿cómo podría hacerlo? Soy la primera en odiarlo. Sin embargo, ya admití que ofrece muchas oportunidades, las cuales no puedo negar a mis estudiantes. Mi rol será siempre abrir la puerta, no en el sentido del programa “Inglés Abre Puertas” (eso se limitaría a las expectativas y necesidades del sistema), sino en mostrar un amplio abanico de posibilidades ajustables a las necesidades de cada cual.